Relatos de los Andes Centrales

Primera ruta a la cara sur del Seler

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Tres amigos abrieron la primera ruta en la cara sur del Cerro Seler, una histórica montaña de los Andes Centrales por su protagonismo en el famoso accidente aéreo del año 1972. Sorprendentemente, esta cara permanecía sin ascensos pese a su atractivo estético. Este relato presenta los innumerables atractivos del sector y cómo un grupo de montañistas locales derrocharon pasión en una ascensión que resignifica valles y montañas injustamente olvidados.
11 de febrero del 2022

El monte o cerro Seler debe su nombre a una de las más tristes historias sucedidas en nuestra cordillera. En octubre de 1972 un avión que transportaba al equipo de rugby Old Christian de Uruguay se estrelló al este de la cumbre del macizo, entre torres de roca de muy mala calidad denominadas gendarmes, . Tras el impacto el avión cayó hacia Argentina depositándose en el Valle de las Lágrimas, también denominado así por esta triste tragedia. En el accidente, en las posteriores avalanchas y tras las condiciones graves de algunos sobrevivientes murieron 29 personas. Fernando Parrado y Roberto Canessa, ambos parte del equipo, iniciaron una caminata de 10 días sin ningún tipo de equipo especializado que los llevó hasta el sector de Los Maitenes en Chile, donde fueron rescatados y pudieron dar aviso sobre la ubicación del resto del grupo. En total fueron 16 los sobrevivientes quienes pasaron 72 días en la inhóspita cordillera, en que incluso debieron recurrir a la antropofagia para resistir (algunos jugadores viajaban con su familia). En su ruta hacia Chile debieron ascender por el entonces glaciar colgante de las Lágrimas, hoy bien retrocedido, utilizaron un collado al norte de la cumbre principal para bajar por la quebrada San Hilario hacia nuestro país, es aquí donde Parrado bautiza la montaña como “Seler”, el nombre de su padre.

La primera vez que lo vi fue en el verano del 2019-2020, junto a dos amigos más buscábamos un paso natural para acceder al Valle de las Lágrimas desde Chile, específicamente por el Cajón de Pincheira. Este cajón nace bajo el Paso las Damas, al final se divide en dos valles que corren en dirección norte - sur. Por la derecha y hacia el este se abre el valle que continúa con el nombre de Pincheira, en su interior contiene el glaciar del mismo nombre y otra montaña olvidada: El Moño. En aquella ocasión optamos por este valle, terminando por realizar un reconocimiento del glaciar. Hacia la izquierda y hacia el oeste se abre el Cajón Tres Rositas en donde se localizan el grupo de las Puntillas del Azufre, el Alto del Azufre y finalmente el Monte Seler, cuya cara sur está cubierta por el glaciar Tres Rositas. No creía que tal montaña, de primera aparentemente bien vertical, pudiese estar en aquel valle, claramente eclipsado por el vecino glaciar Universidad y sus escarpadas cumbres salidas de paisajes Patagónicos. Inmediatamente, se me ocurrió volver para intentar tal ascenso. No sabía nada de lo que tendría que pasar para que finalmente pudiésemos alcanzar tan bella cumbre.

En el verano del 2021 finalmente realizamos la travesía hacia el Valle de las Lágrimas, esta vez optamos por el Cajón Tres Rositas. En nuestro segundo día acampamos a 4.200 m, con el Seler frente a nosotros: simplemente magnífico. Fue una gran oportunidad para observar su glaciar desde las alturas y comenzar a imaginarse una posible ruta a través de la accidentada masa de hielo. La travesía siguió su curso con éxito: logramos bajar al Valle de las Lágrimas y remontar hacia Chile siguiendo la ruta de Pardo y Canessa en otros dos días más hasta el Río San José. Las opciones eran claras y solo faltaban las condiciones para dar el pegue certero, lo normal sería en primavera, algo así como octubre: la nieve ya estaría más estable, el día sería más largo, las temperaturas ni tan bajas ni tan altas, en fin, las condiciones más seguras.

Primeras vistas a la pared sur del Seler
Primeras vistas a la pared sur del Seler
Fotografía por Joaquín Tobar

Las ansias fueron más grandes y decidimos emprender un intento junto a Álvaro en mayo del 2021, los dos solos en tres días y en una especie de estilo alpino. Generosamente, Moisés Ayala (ciclista de temer), accedió a llevarnos a nuestro primer intento propiamente tal. Salimos a las 2 am de San Fernando para llegar a las 5 am bajo el Paso de las Damas, a la entrada del Cajón de Pincheira. El trasnoche se hizo sentir durante todo el acercamiento al CB. Íbamos verdaderamente "enganchados en primera", como decimos a ese ritmo lento pero constante. Lo más hermoso del acercamiento es que el Seler no se ve completo hasta la bifurcación de ambos valles, en donde aparece abruptamente como una mole de hielo aparentemente más vertical de lo que es. A primera vista, asusta. Pero como bien se sabe, todo se ve más vertical de lo que en realidad es. En promedio la pendiente se sostiene en 45° llegando hasta los 60° en ciertas partes.

El valle era un verdadero refrigerador, el glaciar estaba descubierto y el hielo sumamente duro, tanto así que hasta costaba enterrar los crampones y mucho más confiar en ellos, para remate el glaciar tenía una fina capa de nieve polvo caída hace unas semanas, ofrecía una traicionera sensación de seguridad que terminaba en una sacudida de esas que dan un pulso de calor por todo el cuerpo. Cuál gatos nuestros crampones arañaban el duro hielo, aun así los primeros kilómetros de glaciar se disfrutaron, estábamos progresando por un lugar alucinante, el Sol recién comenzaba a darle a la cumbre a eso de las 7 u 8 de la mañana entregándonos una postal de ensueño, de esas que transmiten un sentimiento indescriptible que todos hemos disfrutado en algún amanecer o atardecer.

Primeras grietas de la pared sur del Seler
Primeras grietas de la pared sur del Seler
Fotografía por Joaquín Tobar

Ganamos altura, aumentó la pendiente y aparecieron las primeras grietas a nuestra izquierda... ¡siempre a nuestra izquierda! Le hacemos el quite una a una e inconscientemente nos vamos cada vez más a la derecha (este), comenzamos a progresar con cuatro puntos de apoyo, guardamos el mítico bastón y vamos con dos piolets cada uno. Empezamos una especie de terraceo entre seracs, grietas y pequeños plateaus, usando uno que otro tornillo para progresar de manera simultánea. ganamos altura poco a poco, la ruta se muestra entretenida, pero va naciendo una silenciosa incomodidad en ambos: vamos derecho a un callejón sin salida.

Puntillas del Azufre desde el este
Puntillas del Azufre desde el este
Fotografía por Joaquín Tobar

Nos encontramos rodeados de grietas, sendos seracs y un peligroso hielo duro y descubierto: combinación mortal para acabar al fondo de una grieta, optamos por salir a través de un acarreo muy empinado y que se deshace solo, encontramos una pequeña cascada de hielo y terminamos por volver a entrar al glaciar, esta vez muy cerca del campamento de la expedición anterior a 4.200 m. Son las 12 del día, son sólo 400 metros de desnivel, sin embargo, tendríamos que hacer un largo trayecto a través del filo somital, no hay suficiente nieve como para cavar una eventual cueva en caso de querer seguir y pasar la noche por ahí, el hielo está descubierto casi hasta la cumbre y el frío de la noche anterior en el CB nos hace imaginarnos cómo sería un vivac a tal cota... Con el corazón roto optamos por desistir, unos mates y comida para reponer, la vista es magnífica y disfrutamos el momento, a ratos bromeamos, hacemos las respectivas fotos y videos y volvemos a nuestra carpa. Nos prometemos volver.

Rearmando tras rebotar
Rearmando tras rebotar
Fotografía por Joaquín Tobar

Pasaron muchas cosas, el invierno estuvo muy pobre por lo que la posibilidad de volver antes de octubre se volvió real, por distintos motivos no pudimos ir hasta noviembre, esta vez cambiamos la estrategia y sumamos otro objetivo. Nuevamente encontramos apoyo entre nuestros amigos y está vez es Josué quien nos lleva. La idea era hacer un primer día de acercamiento hasta la entrada del Valle de Tres Rositas, bajo la Puntilla V del Azufre, para intentar su ascenso el Día 2, así el Día 3 descansar toda la mañana y en la tarde movernos hasta el siguiente campamento bajo el Seler, intentar su ascenso el Día 4 y destinar uno o dos días para descansar y regresar. Salió bien… en parte. Logramos ascender la Puntilla V del Azufre a través de un bello y no tan complejo glaciar en su cara sur, el ascenso estuvo marcado por los clásicos penitentes, pendientes de 20° a 45°, una entretenida progresión rematada en un corto tramo más vertical. La vista... ¡increíble! un mirador perfecto a la Sierra del Brujo y qué decir del Seler.

Pendientes de penitentes
Pendientes de penitentes
Fotografía por Joaquín Tobar
Vista a la Sierra del Brujo
Vista a la Sierra del Brujo
Fotografía por Joaquín Tobar

Según los registros de los que teníamos conocimiento la montaña contaba con un solo ascenso, realizado en 1965 por Jozsef Ambrus y Jaime Sepúlveda a través de su vertiente oeste por el Valle del Río Azufre. Después de varios minutos tras llegar a la cumbre nos percatamos de una pirca, comenzamos a mover las rocas y ¡pam! Aparecen un par de latas y una bolsa, la abrimos expectantes, encontramos unos dulces, un lápiz partido a la mitad con un nombre en cada trozo y para rematar: un papel, al parecer un tipo de envoltorio de la época, lo tratamos con cuidado y desciframos el mensaje que tiene inscrito, en términos prácticos hay registro de un segundo ascenso en 1965 que ignorábamos por completo, por Juan Rivera y Carlos Sepúlveda. Finalmente somos los terceros a través de una nueva vía. Gozamos de la cumbre, rescatamos el testimonio, una breve siesta y a Charly le cae el punazo de súbito, iniciamos la bajada, no hay mayores complicaciones más que las que ofrece el encordamiento en un glaciar con penitentes. Volvemos cansados a nuestro campamento y no queda más que recuperarnos: dormir, comer e hidratarnos, sobre todo ¡hidratarnos! pues cuando nos movamos al Seler no podremos librarnos del azufre en nuestra agua.

Testimonios de cumbre
Testimonios de cumbre
Fotografía por Joaquín Tobar
Testimonios de cumbre
Testimonios de cumbre
Fotografía por Joaquín Tobar

Al día siguiente aumentó el viento, estaba parcialmente nublado y más o menos frío, aun así decidimos avanzar al campamento bajo el Seler, durante la noche el viento siguió subiendo, las rafas pegaron una que otra sacudida a la carpa. Suena la alarma y el viento sigue igual, la sensación térmica es baja... Hacemos cálculos mentales y pensamos en que estará bien frío, esperamos hasta las 7 am: no hay mayores cambios, abortamos el intento y continuamos durmiendo para despertar con una especie de culpa y enojo con nosotros mismos. ¿Si estaba bueno? ¿Si el viento bajaba? ¿o si ya no estarán las condiciones y se nos pasó la micro hasta el otro año? Pasamos la mañana hablando de la vida y disfrutando de la montaña, el día está soleado y las nubes pasan y pasan, a lo lejos en la parte alta de la montaña se levantan sendas polvaredas, el viento es fuerte allá arriba, quizás tomamos una buena decisión, pero ya está ¿para qué darle más vueltas? Nos vamos, para volver nuevamente y ojalá que por última vez.

Exactamente volvemos 17 días después, gracias a la generosidad de nuestros colegas montañeros, esta vez es Maxi quien nos lleva. Llegamos a eso de las 8 de la tarde a la entrada del Valle, nos topamos con los trabajadores de la Hidroeléctrica quienes ríen y nos dicen:"Ustedes ¿otra vez?". Son tantas las veces que nos han ayudado que merece ser mencionado, son hombres de esfuerzo que buscan lo mejor para ellos y su familia, como todos nosotros. Iniciamos la caminata con las últimas luces, avanzamos un kilómetro valle adentro, queremos hacer un campamento, aunque el terreno es lecho de río, lleno de rocas, prácticamente no hay lugar para la carpa, avanzamos unos cientos de metros y encontramos una agradable playa que será nuestro primer campamento. Ese día pretendíamos llegar más temprano y tratar de llegar bajo la Puntilla V de ser posible o un poco antes en su defecto, pero bueno ¿qué se le va a hacer?

Subiendo por el glaciar
Subiendo por el glaciar
Fotografía por Joaquín Tobar

Al día siguiente la jornada es larga, debemos aproximarnos hasta la base del Seler: lo más cerca que se pueda sin exponernos a la caída de material. Ya en el glaciar optamos por un plano en medio de los penitentes, sobre el glaciar corre un río de agua turbia y ácida: ¡azufre! Más allá encontramos un pequeño ojo de agua que nos provee del preciado líquido con un sabor más o menos aceptable. Cabe decir que en casi todo el valle el agua tiene un sabor raro, a veces es intomable, no por nada están ahí las Puntillas y el Alto del Azufre... Si hasta cuando derretimos nieve quedaban pequeñas piedrecillas al fondo de la olla. En fin, ya tenemos agua y nuestro campamento listo, una abundante cena y a dormir. Salimos de la carpa a las 7 de la mañana, pretendíamos que fuera antes, es que el saco estaba tan calentito. La parte baja del glaciar está en buenas condiciones y nos permite ganar distancia y altitud rápidamente sin ir encordados, ya a los 4000 m.s.n.m aprox. nos encordamos, vienen las primeras dificultades: Seracs, grietas y ¡penitentes! Siempre penitentes. La progresión es lenta, imagínense tres personas unidas por una cuerda en un manto de puntas de nieve... Cuesta organizarse, una pequeña discusión sobre la manera de proceder.

Filo cumbrero Seler
Filo cumbrero Seler
Fotografía por Joaquín Tobar

Continuamos hasta salir arriba de un serac para tomar el segundo descanso de manera casi directa, la pendiente se sostiene en los 45° con algunos resaltes de mayor inclinación con hielo descubierto y uno que otro refulgente serac sobre nosotros. Nos cargamos levemente a la izquierda para pasar por una especie de pasillo y llegamos aproximadamente a los 4200 m. Vimos la parte alta de la montaña, la progresión había sido lenta y un silencio cómplice entre los tres nos advierte que la jornada será lenta, lenta y larga. Analizamos el terreno, decidimos seguir subiendo levemente hacia la izquierda para conectar una travesía sobre una rimaya más o menos bien tapada que nos llevaría bajo la parte alta de la montaña.

Llegando a la cumbre
Llegando a la cumbre
Fotografía por Joaquín Tobar

Tras terminar la travesía nos juntamos, nuevamente a leer la montaña: hacia arriba y levemente hacia la derecha: “¡Nos quedan 200 metros de desnivel!” Una última parte de glaciar, la parte alta de la montaña está descubierta hacia la derecha, donde se ve un acarreo que termina en unos torreones de azufre. Continuamos y nos juntamos ya fuera del hielo. El altímetro indicaba 4.600 m, nos restaban 60 o 70 metros. El problema: son las 5 de la tarde, conversamos, proponemos y decidimos. Buscaremos una pasada por el Este, por la cara argentina, pues es lo más cerca que tenemos, de encontrar una posibilidad continuaremos, de lo contrario regresaremos e iniciaremos el descenso. La cara este en su parte alta está compuesta por canalones de acarreo que alternan entre terreno duro y blando, un tanto expuesto, pero pasable con el cuidado necesario. Finalmente, lo logramos. ¡Cumbre! Son las 6:30 pm y es el 1 de diciembre.

El viento es fuerte, hacemos fotos y videos, contemplamos la increíble panorámica que ofrece este verdadero mirador (y qué mirador, ¿no?), bebemos algo y para abajo, deshacemos el tramo de la cumbre hasta el final del hielo donde dejamos nuestras mochilas. Un detalle: no subimos a la cumbre ni con mochilas ni con la cuerda. Si la llegada a la cumbre hubiese requerido su uso simplemente no iríamos, ya no había tiempo. Solo llevamos con nosotros abrigo, nuestras botellas en nuestros arneses, piolet y crampones. Quizás un bastón, alguna galleta en los bolsillos, y... ¡el banderín! El preciado banderín de nuestro club, que no podía faltar en esa foto de cumbre.

Otro detalle no menor: sólo llegamos hasta la cumbre sur del Seler, su punto más alto está al norte. Entenderán que dadas las condiciones, lo que ya habíamos logrado era más que suficiente para nosotros. Siendo precisos, aún está pendiente ascender su cumbre principal por Chile y el glaciar ofrece otra línea más vertical, directa y estética para su ascenso.

Claramente, no descenderíamos por el glaciar. Si subir por penitentes cuesta, ¡imagínense bajar! El descenso ya había sido planeado: desde la cumbre bajaríamos por el filo que hace de frontera, en dirección Este, hacia el collado por donde habíamos cruzado hacia Argentina tiempo atrás en busca de realizar la ya mencionada travesía, antes del collado tomamos hacia el Sur para seguir por un último tramo de glaciar que nos llevaría al punto donde terminamos por llegar con Álvaro en nuestro intento de mayo, y que además fue unos de los campamentos que usamos para hacer la travesía, a los 4200 m aproximadamente. Si conseguíamos llegar hasta ese punto con luz, todo estaría bien, ya que de ahí en adelante era terreno conocido y podríamos bajar por él con nuestras linternas. Menos mal que así fue. El descenso estuvo marcado por el aumento del viento y mucho frío, una vez alcanzado este punto solo debíamos continuar hacia el sur hasta dar con el canalón que nos llevaría hasta el valle, y de ahí al preciado campamento.

Además del frío y el viento vino el cansancio, la deshidratación, el azufre y el asco. Ya fuera del canalón y en el valle donde se despliega la lengua del Tres Rositas encontramos un pequeño riachuelo. Bebemos, llenamos nuestras botellas para llegar con agua al campamento y a seguir. Pasamos una loma y llegamos a un plano parecido al de nuestro CB, aunque más al medio del valle, el nuestro más al Oeste, pegado a las Puntillas, otra loma y aparecen los reflectantes de la preciada Kailas 3. ¡Cuánta historia con ese modelo de carpa!

Son las 10:30, en total fueron 15 horas de jornada. Comienzan las arcadas y el malestar, pues durante el descenso nos apremiaba tanto salir del glaciar antes del anochecer que ni comimos, la verdad tampoco teníamos ganas, menos bebimos agua, nos daba asco. Entramos a la carpa y disfrutamos de un jugo y sopa en polvo, cuán reconfortante es el contenido de esos sobrecitos. Así de simple: un jugo y una sopa, la diferencia entre sentirse bien y mal. Imagínense beber agua que te da ganas de vomitar. Al otro día en la mañana decíamos que fue una mezcla de deshidratación, fatiga y asco, si ya ni podíamos oler el azufre.

Nos merecemos una mañana relajada e iniciamos la vuelta a las 2 pm, a las 6 pm ya estamos fuera del valle, bajo el Paso las Damas. Los tíos de la hidroeléctrica debían estar trabajando, se suponía que a las 7 terminaban y que no había problema en bajarnos, para nuestra sorpresa no estaban, bajaron porque venía mal tiempo, así que continuamos la bajada. Ya más relajados vamos por el camino de auto, escuchando música y disfrutando el paisaje, que diferente es recorrer en auto y a pie el mismo lugar. A lo lejos vemos bajar las camionetas y con ello nuestra única posibilidad de llegar, por lo menos, hasta Termas del Flaco. Seguimos bajando y ya pensamos en que tendremos que pasar la noche por ahí. Llegamos a otra central, donde Don Ricardo amablemente accede a bajarnos... ¡hasta San Fernando!

Es la 1 AM y nos deja a dos cuadras de la casa de mi Abuela, donde los chicos se estaban quedando. Estamos sanos y salvos. Ya en casa nos invade un relajo total, ¡no lo podemos creer! Hace unas horas pensábamos en dormir donde apareciera el lugar indicado. De partida ya cuesta encontrar alguien que te lleve si es que no tienes vehículo propio. Una vez asegurada la subida, la bajada es cosa de suerte, podíamos demorar uno o dos días en volver a San Fernando, si es que habían o no habían trabajadores o turistas en la zona. Lo único que se puede lamentar de volver rápidamente a casa es que nos faltó la mítica parada en nuestras queridas Termas. Tan reponedora es esa bendita agua que brota desde las entrañas de nuestra tierra que sólo basta una jornada en ellas para sanar todos los dolores que deja un buen itinerario andino en el cuerpo.

La Puntilla V es perfectamente realizable en tres días, el Seler en cuatro, ambos en cinco o seis. En un invierno abundante el camino se cierra desde Termas del Flaco por lo que desde octubre es buena fecha para ir, más o menos hasta noviembre. En caso de un invierno pobre de nieve conviene ir antes. Hay cuatro Puntillas más sí les gusta la roca mala (podrida de mala) más el Alto del Azufre, todavía sin ascensos por aquel valle. También está el Cerro el Moño, nunca ascendido desde Chile. Todos desde los 4.400 a 4.600 metros de altitud.

Foto de la cordada en el último punto alcanzado
Foto de la cordada en el último punto alcanzado
Fotografía por Joaquín Tobar