Relatos de los Andes Centrales
Primer ascenso a La Punta Gallardo - Homenaje en el bautizo de una montaña
¡Cuidado arriba! Fue el grito de alerta dado por Daniel. Una silenciosa, pero copiosa avalancha avanzaba directo sobre el grupo. Cayó con fuerza, sepultando y arrastrando a dos compañeros bajo nieve y bloques de hielo. Tras el impacto inicial, inmediatamente comenzó la búsqueda de ellos. Afortunadamente, a los pocos minutos Claudio logró salir por sus propios medios y se reunió con nosotros. Fue un gran alivio. Sin embargo, faltaba uno de los nuestros.
El tiempo avanzó sin respuesta. Luego, algunas pertenencias se dejaron ver cientos de metros más abajo, sin rastro de nuestro amigo. La angustia crecía, mientras los gritos sin respuesta resonaban en aquel cajón. El pasar de los minutos nos hacía saber que, posiblemente, estabamos frente a aquella situación de la que todo amante de la cordillera es consciente y de la cual siempre se teme su llegada. Aceptamos los riesgos de nuestra actividad, pero cuando el desastre ocurre, no hay palabras ni sentimientos para definirlo.
Tendríamos que retornar a nuestros hogares sin un miembro de la cordada, tendríamos que dar aviso a su familia y junto a ellos llorar su pérdida. Empezaba el largo duelo.
Así comenzó esta historia, hacia las 15:00 horas del domingo 15 de septiembre de 2019, mientras un grupo de socios del Club Andino Leones de Montaña, avanzaba por las nevadas laderas que llevan al campo alto del cerro Bastión (ubicado en el cajón Ojos de Agua, V región). Bajo esas circunstancias nos dejaba nuestro querido amigo Rodrigo Gallardo Oporto, con quién habíamos compartido muchas cumbres y momentos alegres. Ahora nuestra amada montaña nos lo arrebataba sin piedad ni aviso.
Pasaron meses de cuestionamientos en los que la montaña ya no nos parecía lo mismo de antes y nos traía de vuelta la experiencia vivida. A ello se sumó el contexto de agitación que trajo el estallido social, por lo que nuestra actividad en montaña se vió aún más disminuida. Poco a poco comenzamos a retornar a esos altos paisajes, los que ahora evocaban a Rodrigo en cada cumbre. A aquellos sentimientos y contexto nacional, llegó además la pandemia, y con ella, un encierro que durante meses nos obligó solo a soñar con volver a caminar por los Andes.
Fue en aquel tiempo en que se fue forjando la idea de realizar algunas exploraciones a sectores cercanos a Santiago. Una cordada del club ya había logrado recientemente (15 de marzo de 2020) el primer ascenso al Mono Negro (4826 msnm), ubicado en el Parque Andino Juncal. Es por ello que queríamos continuar por ese camino.
Durante muchas noches de desvelo en los primeros meses de confinamiento, fuimos arrastrando nuestros dedos en la pantalla sobre mapas para dar con cajones y cumbres que aún ofrecen la posibilidad de exploración. Son muchas las alternativas que aparecen en ese ámbito, si uno dedica algo de tiempo a indagar en ello. Navegando en la dispersa información que existe en internet y colgándonos de los generosos registros de Andeshandbook, Club Andino Universitario, Club Andino Patagónico Elal, Perros Alpinos, entre otros, se fueron gestando proyectos que, con el correr de los meses, fueron ganando fuerza y motivación. Solo faltaba que las puertas de las posibilidades se abrieran.
En nuestra vista, estaban al menos dos montañas sin ascensos registrados: Alto Mardones (ubicada al final de la quebrada de Lagunillas en el Parque Andino Juncal) y la P4271 (cerro innominado ubicado al sur del Mono Negro en el cajón del estero Carreño, cerca de las Termas de Colina).
La pandemia (o más bien las autoridades) fue cediendo y algunos permisos permitieron que saliéramos de nuestros hogares en la búsqueda de concretar nuestros planes. Sin embargo, no todo fue sencillo. En un primer intento, con todo dispuesto, nos vimos frenados por la eterna negativa de acceso (lamentablemente muy común en Chile) que nos dieron en las Termas de Colina. Quedamos con nuestras mochilas, esperanzas y energías en el portón de entrada ante la prepotente instrucción de "el ingreso es solo por 3 horas" (aunque no nos interesara bañarnos en las famosas piscinas y nuestro proyecto estuviera lo más alejado posible de cualquier contacto con otros). Todo inútil, tuvimos que regresar.
Ya hacia fines de octubre de 2020 y con algunas salidas encima del cuerpo, se nos permitió, desde el Parque Andino Juncal, ingresar a la Quebrada de Lagunillas. Donde logramos realizar una repetición (al parecer tercer ascenso) a la recientemente lograda cumbre del Cabeza del Inca Este (el primer ascenso fue en 2019) y desde allí el primer ascenso al denominado por Proyecto Nomenclatura, Alto Mardones (esa es otra historia).
Semanas después de haber conseguido esos objetivos y motivados por nuestros proyectos, organizamos nuevamente la cordada con la que habíamos hecho el intento de ingresar a las Termas Colina unos meses atrás. La componíamos Paz Pillancari, Edison Sanhueza, Álvaro Zerené y Juan Pablo Cabbada. Está vez nos aseguramos y gracias a las gestiones de Paz, logramos concretar el ingreso al sector con la ayuda de un arriero. Con eso resuelto, volvimos hasta el valle de Colina el viernes 20 de noviembre.
La primera jornada consistió en avanzar desde las termas hasta el campamento a través del cajón del Estero Carreño, ubicándonos bajo las laderas del Cerro Navegante. Fue una jornada larga, pero tranquila y relajada, expectantes de lo que vendría al día siguiente. La vista desde el CB nos permitía analizar una posible ruta para abordar esta montaña innominada y sin descripción alguna.
Tras descansar, las alarmas sonaron a las 5:00 am, pero decidimos retrasar la salida hasta las 8:00, debido a las bajas temperaturas de la mañana. Luego de un desayuno, salimos del CB con rumbo al sur, hasta acceder por una canaleta nevada a la cara oeste del P4271. La ruta nos llevó hasta un sector de farellones con roca de pésima calidad, por lo que nos tocó avanzar entre trepes algo expuestos, para salir a un largo acarreo que nos permitió conectar con el filo noroeste de este cerro. Parecía la única ruta factible y por suerte (y también por buenas decisiones) logramos dar con ella. Continuamos nuestro ascenso por un nevero y pasos de escalada que nos dejaron bajo el sector de cumbre, al que también debimos acceder por roca descompuesta.
Tras un trabajo de alrededor de 6.5 horas y hacia las 14:30 alcanzamos el punto más alto. Una vez reunidos en la cumbre, vinieron los abrazos y alegría. Con ellos, surgió la conversación necesaria ¿Qué nombre recibiría esta montaña? Entre las propuestas sonaron nombres como "Don Evelio" (en honor a Evelio Echeverría, fallecido hace poco tiempo), "Cuernos del Carreño", entre otros. Tras un momento en el que estábamos solos en la inmensidad de los Andes Centrales, viéndolos desde un punto nunca antes visitado por algún ser humano, el acuerdo llegó a la cordada y el innominado P4271 recibiría el nombre de nuestro compañero. Desde ese instante sería la "Punta Gallardo", perpetuando su lugar en estas montañas que tantas veces compartimos. Las lágrimas brotaron, mostrando la emoción de aquel acto de cierre a nuestro luto.
Había pasado poco más de un año desde aquella tragedia y celebrabamos por esos días un nuevo aniversario de nuestro joven club. Dejamos el banderín, señal de nuestro ascenso en la cima (a la espera de que alguna cordada se motive a bajarlo para compartir experiencias) y descendimos al campamento hacia las 19:30 horas. Allí cenamos y merecidamente dormimos. Al día siguiente tocó el retorno a Santiago, pero antes de volver a nuestros hogares decidimos compartir como cordada lo vivido, mientras nos alimentábamos y celebrabamos.
Es imposible describir con detalle aquella sensación de volver al hogar con la satisfacción de haber logrado una meta anhelada hace tanto tiempo y que además significó un bello acto de cierre para un proceso que nos marcó para siempre. Nos deja conformes, el poder dejar escrito eternamente aquel nombre en nuestra querida cordillera, su cordillera.
Dedicado a Paola Nuñez (viuda de nuestro compañero) y a nuestro querido Club Andino Leones de Montaña.