Sectores de los Andes Centrales

Cajón Esmeralda: Los Secretos Del Patio Trasero De El Plomo

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Poco se ha escrito hasta el año 2021 sobre el Estero Esmeralda y el anfiteatro de montaña que lo encierra. En la era del desprecio a los Andes Centrales, con un aumento de restricciones de acceso, sectores intervenidos y destruidos y los efectos del calentamiento global, un valle se mantiene aislado, no por lejanía, sino por desconocimiento.
28 de noviembre del 2021

En los últimos meses han proliferado imágenes de espacios naturales desbordados de visitantes y hordas de santiaguinos han decidido que lo nuevo es vivir o adquirir espacios en prístinos escenarios del sur de Chile. Santiago está lleno, y ya no hay nada por descubrir. Si aún queda en nosotros un llamado a lo salvaje, a la desolación y a la naturaleza desnuda, hay que huir de la capital.

El desconocimiento de nuestro entorno es un tema interesante que trataremos en otro artículo más adelante, pero hablemos de la montaña de Santiago más afamada por aventureros modernos, montañistas, trail runners, caminantes y amigos de los Andes Centrales:

El Plomo.

Es el trofeo máximo para algunos, el que adorna las postales de cuentas de Instagram que romantizan la capital (o más bien su sector oriente) y que se transformó en el sarcástico requisito de entrada para autodenominarse montañista en esta amorosa y odiosa comunidad. Fotografiada por miles, abundan sus representaciones artísticas y qué decir de sus ascenciones o intentos.

Incluso, quien no la conoce, la ha visto, desde un vagón acalorado de un metro que avanza sobre la superficie, desde alguna calle entre el humo de las micros o desde una ventana de esas en que inconscientes afirmamos "que buena vista".

Y aunque se presenta expuesta hacia nosotros, con su avanzado deterioro y sus imponentes glaciares Iver y Colgante (nombres de uso común, oficialmente son un solo glaciar denominado Iver), pocos conocen lo que esconde detrás. Y no hablamos de mucho más atrás, lo que se observa desde su cumbre, los Glaciares Olivares, el Glaciar Juncal Sur, la Cordillera Ferrosa y el Río Olivares. El Cerro El Plomo tiene misterios y lugares inexplorados, hasta el día de hoy.

Lo que esconde el Cerro El Plomo

Lo que el Cerro El Plomo nos muestra diariamente a los habitantes de Santiago es su cara suroeste, que a veces se presenta blanca tras las nevadas que maquillan el paisaje de la ciudad.

Hacia el este, El Plomo se viste con dos hermosos glaciares: Los Castaños y Esmeralda. El Glaciar Los Castaños alimenta al Estero Los Castaños, que a su vez cae hacia el Río Olivares por una hermosa cascada. No hay registros de exploraciones en ese sector, aunque se dice que los arrieros de antaño lo recorrían. Probablemente, como en todo metro cuadrado de la Cordillera de los Andes, han habido prospecciones mineras también.

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Glaciar de los Castaños
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

El Glaciar Esmeralda es bastante más extenso que el de Los Castaños, y está encerrado por varias montañas: Cerro El Plomo, Punta Parsifal, Cerro Littoria y Cerro Fickescher. Sus lenguas glaciares caen hacia el Estero Esmeralda. Este, a su vez, llega con sus aguas al Río Olivares, un poco más al norte del Estero Los Castaños.

Visitantes Del Cajón Del Esmeralda

A comienzos del siglo XX, aún no se conocían a cabalidad los rincones que conformaban las cuencas de los ríos Olivares y Colorado. El mapa de Klatt y Fickenscher de 1929 ni siquiera reconocía la existencia de los Glaciares Olivares, y no fue hasta años más tarde, gracias a exploraciones e imágenes aéreas, que recién se pudo tener una mejor comprensión del territorio.

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Río Olivares con la Cordillera Ferrosa de fondo.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

La primera exploración registrada de este valle fue realizada por Federico Fickenscher el año 1924. Tras observar la posibilidad de acceder a él mientras incursionaba por los sufridos acarreos que llevan al Paso de las Pircas, decidió ir a explorarlo. Las lenguas glaciares bajaban hasta los 3000 metros en un increíble espectáculo de roca y hielo.

Los arrieros de la zona son probablemente sus visitantes más frecuentes. No se sabe desde cuando aprovecharon los verdes colores del valle para llevar a sus animales a pastar durante las veraneadas.

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Acceso al Cajón del Esmeralda por huella de arrieros. La malla verde es visible desde abajo y sirve de punto de referencia.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

De hecho, antes que existiera la continuación del camino desde El Alfalfal, los arrieros venían desde el Portezuelo del Cepo. Lo más sorprendente de lo que cuentan los herederos de la tradición arriera, es que incluso hacían una travesía por portezuelos desde el Cajón del Paramillo, luego a Los Castaños, para terminar en el Esmeralda. El cruce entre los últimos dos es factible al este del Morro de los Castaños, pero no hay evidencia de un paso apto para animales directo hacia el Paramillo.

Fuera de estas exploraciones, son obvias las visitas mineras y científicas a este valle, incluso con el uso de helicópteros. Los Andes Centrales han sido vastamente explorados con esos fines. Pese a que se pueden encontrar algunas fotos de participantes de aquellas actividades, no se sabe de más testimonios de quienes lo han recorrido.

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Una vez superado el encajonamiento del estero que cae al Olivares, la caminata es tranquila por un entorno verde rodeando el Estero Esmeralda.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

Atractivos para un visitante del Esmeralda

El Cajón del Esmeralda destaca inmediatamente por la tosca belleza a la que nos acostumbran los Andes Centrales: glaciares amenazantes - y amenazados, paredes de roca imponentes, masivas morrenas, varias vertientes y un curso principal de agua. Dado que el valle no alcanza gran altura (los glaciares en su momento caían a la cota de 3100 metros aproximadamente), este paisaje se combina con arbustos y flora que decoran con colores que en su tiempo llamaron la atención de Federico Fickenscher. Se puede disfrutar de este valle y las vistas a sus glaciares en una salida de 3 días, acampando dos noches en la Vega Honda del Río Olivares.

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Lengua principal del Glaciar Esmeralda desde los 3100 metros.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

Pero la belleza escénica no es todo lo que ofrece este valle a un visitante con ansias de explorar y hacer más que observar. En la parte baja de la pared del Cerro Chávez se forman varias cascadas de hielo que en invierno deben ofrecer una consistencia tal que se podrían escalar. Las laderas del cerro innominado al este del Morro de los Castaños también pueden ser esquiables en un buen invierno.

Para los amantes de lo inexplorado, hay varios desafíos deportivos interesantes. La cara sur del Cerro Chávez y la cara este del Cerro El Plomo están esperando una apertura. La primera ofrece líneas increíbles en 2000 metros de desnivel. Por otro lado, El Plomo puede ser desafiado en casi cualquier estilo posible, con rodeos amplios hacia el Glaciar Esmeralda para evitar grandes pendientes, o a través del sin fin de canaletas que dan acceso directo a la zona alta del macizo. La Sierra Esmeralda y los cerros al este del Morro de los Castaños ofrecen cumbres sin ascensos y nuevas rutas también.

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Pared sur del Cerro Chávez.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

Para llegar, bastan dos días de aproximación. Los arrieros del sector saben llegar así que se recomienda contar con su ayuda para encontrar la ruta y facilitar el transporte de carga.

Montañas del Esmeralda

Las montañas de este sector tienen un historial de actividad andinista muy disímil. Entre miles de ascensos y cumbres inmaculadas, hasta el año 2021 solo se conocían ascensos a estos cerros por otros valles. Les presentamos un resumen de estas montañas y sus ascensos destacados:

Cerro El Plomo, 5424mts: Ascendido hace siglos, y una de las primeras montañas de la región en ser ascendida de manera deportiva. Posee varias rutas por el valle del Cepo y también unos pocos se han aventurado a sus laderas desde el sector de los glaciares Olivares, llegando a su cumbre por el Glaciar Esmeralda.

Punta Expedición, ~5000 metros: Ascendida el año 1964, no hay precisión respecto a su ubicación, pero estaría ubicada al sureste del Cerro El Plomo, en el nacimiento del Glaciar de los Castaños.

Cerro Littoria, 5352 metros: Ascendido el año 1934 por la expedición italiana liderada por Gervasutti. Rutas por Cajón de Los Sulfatos (Yerba Loca), desde El Plomo (con variantes) y desde el Fickenscher.

Cerro Fickenscher, 5350 metros: Ascendido el año 1947 por Carlos Piderit y Bernardo Rosales. Rutas desde Glaciares Olivares y desde Glaciar Esmeralda desde El Plomo. Estribaciones visibles desde el Cajón del esmeralda.

Cerro Osiecki, 5150 metros: Ascendido en la misma expedición por Piderit y Rosales. Rutas iguales al Fickenscher en travesías.

Cerro Chávez, 4830 metros: Ascendido el año 1965. Desde el filo Osiecki - Chávez.

P4690: Cumbre sin ascensos e innominada, documentada por Jozsef Ambrus y mencionada en el Proyecto Nomenclatura, visible desde el Norte. Es la continuación del filo Osiecki - Chávez, antes de los Cerros Esmeralda.

Cerro Esmeralda Norte, 4566 metros: Ascendida al regreso del primer ascenso al Nevado del Plomo el año 1950. Tiene al menos tres ascensos por la misma ruta, que se inicia cerca de la base de la Loma Rabona.

Cerro Esmeralda Central, 4520 metros: Sin ascensos registrados, de difícil aspecto desde el Olivares o del Esmeralda.

Cerro Esmeralda Sur, 4555 metros: Sin ascensos registrados, difícil aspecto también.

Morro de los Castaños, 4736 metros: Ascendida recién el año 2021 por integrantes del Club Andino Universitario, desde el Cajón del Esmeralda.

Hay, además, dos o tres cumbres al este del Morro de los Castaños que no han sido intentadas, de distinta dificultad.

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Lenguas del Glaciar Esmeralda que caen desde el Cerro Osiecki.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro
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En primer plano, los Cerros Esmeralda Norte, Centro y Sur desde el Morro de los Castaños. Al fondo, la Cordillera Ferrosa. Abajo, el Estero Esmeralda.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro
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Sección de la pared este del Cerro El Plomo desde el Morro de los Castaños.
Fotografía por Damir Mandakovic Pizarro

Bibliografía