Relatos de los Andes Centrales
Columpios del Diablo y Altar de las Monjas
Hace años había estado estudiando estas preciosas montañas, sus siluetas impresionan a cualquiera a pesar que solo las había visto en fotos… de mala calidad.
Éstas se encuentran ubicadas al interior de Río Colorado en San Esteban, región de Valparaíso, Propiedad de la Comunidad Campos Cano Gallego. Es un lugar de acceso restringido, si bien es posible ingresar caminando a este hermoso paraíso, estas montañas se encuentran 80 km río adentro. Al interior de Río Colorado opera la minera Pimentón, por lo que existe un camino vehícular casi hasta la frontera con Argentina, sin embargo, su acceso en vehículo se encuentra limitado a trabajadores de la mina y arrieros que todas las veranadas llevan a sus animales a engordar en estas prístinas zonas, conviviendo con guanacos y pumas. Otra forma de acceder a este lugar es mediando contactos, pitutos y amiguismo, esto último ha servido para poder documentar con algunas fotografías los famosos Columpios y Altar de las Monjas, siendo observados pero no intentados ni menos ascendidos.
En el año 2022 surgió la idea de escalar la Torre de los Columpios del Diablo, la Aguja de los Columpios del Diablo y el Altar de las Monjas. Esto suponía un verdadero desafío debido a que, por un lado, sólo se tenía un breve relato de los ascensos de la expedición Chileno - Japonesa de 1960, y, por otro, conseguir el permiso para ingresar.
Así fue como un día Alejandra Morales, mi polola, conversó con su colega Doris, pareja de Don Gastón y propietario de una parcela en los Maitenes, ubicada al interior de Río Colorado. Éste nos indicó que para solicitar acceso había que conversar con Don Celerino Morales, presidente de la comunidad Campos Cano Gallego. Es aquí donde comienza a aterrizar la expedición.
Buscando en google “comunidad campo Cano Gallego” llegué a la dirección Av. Independencia 278, Los Andes. y días después me atreví a tocar la puerta con una carta de parte del Club Andino Leones de Montaña. Logré dar con Celerino Morales, un hombre de avanzada edad, quien junto a Emiliano Guerra me recibieron y pudimos conversar. Ahí planteé la solicitud de ingresar a Río Colorado con la intención de realizar un ascenso a los Columpios del Diablo y al Altar de las Monjas.
Afortunadamente, en esta primera reunión Celerino no vio problema en ingresar, e incluso hizo bromas de que iríamos a pasear en los columpios. Así fue como quedamos en ir nuevamente a confirmar el permiso, más cercano a la fecha de la expedición.
En la segunda reunión a fines de diciembre Celerino Morales se mostró más reticente con el permiso. Una tensa conversación que finalmente y ante la salvadora intervención de Úrsula Morales, secretaría de la comunidad, Don Celerino accedió a darnos permiso para ingresar, firmando los documentos de rigor. Doña Úrsula, donde quiera que esté, ¡le debemos la expedición! infinitas gracias.
Finalmente partimos el 7 de enero de 2023 al interior de Río Colorado, la Cordada; Edisón Sanhueza, Romina Varela, Jonás Arrieta, Raúl Inostroza, Claudio Pizarro y Álvaro Zerené, todos del Club Andino Leones de Montaña. Manejamos por 5 horas en un camino de tierra para llegar hasta el estero que desciende de los Columpios del Diablo, en el intertanto nos detuvimos a almorzar en la Ruca, una lujosa pirca ocupada por arrieros y que data quizás desde hace cuanto tiempo.
El pronóstico del tiempo para estos días era inestable, pero decidimos emprender la expedición de igual forma, con equipo y mente preparados para las lluvias de altura. Apenas nos bajamos del auto para aproximarnos hacia el campamento de los Columpios del Diablo, un aguacero nos obligó a ponernos cuanto artilugio tuviéramos para cubrirnos. Por suerte la zona de campamento se encontraba relativamente cerca, teniendo que caminar 2.5 km aprox.
La aproximación fue sencilla, la lluvia le dió una tonalidad maravillosa al lugar pero ensució completamente el agua de la cual debíamos abastecernos. Cuando estábamos a 3400 m.s.n.m. pasamos entre dos glaciares rocosos que reptan pendiente abajo y que no se tocan entre ellos, uno cae desde el oeste y otro desde el este. Una vez que pasamos por esta zona, instalamos nuestro campamento, mientras la lluvia desaparecía y las nubes bajas dejaban entrever los escarpados Columpios del Diablo.
Para el segundo día de expedición el itinerario era ambicioso y rudo. Alejandra nos indicó por el inReach que estaría despejado hasta las 14:00 hrs y que luego un diluvio caería sobre nosotros, con una isoterma a 400 m.s.n.m. Decidimos partir a las 5:00 am y nos montamos sobre el glaciar rocoso que cae desde las faldas de la Torre de los Columpios del Diablo. Éste facilitó el ascenso, ya que los detritos funcionan como escalones; rápidos para subir, una tortura para bajar. A las pocas horas de haber comenzado, Claudio Pizarro decidió regresar por un resfrío que agotó sus fuerzas. El resto del equipo continuó y con las primeras luces del sol llegamos al único acarreo existente que permite ascender al filo que cierra el circo con estas dos cumbres, fue acarreo sufrido, pero corto. Una vez en el filo pudimos disfrutar de los primeros rayos de sol que calentaron nuestros cuerpos y vimos en primer plano la cara noroeste de la Torre de los Columpios del Diablo, por donde indicaba el relato de la expedición chileno japonesa.
Enfilamos entonces hasta los pies de la escalada por unos cortos y sencillos acarreos. En la base, la escalada fue sencilla. Subí primero haciendo el primer largo en libre, sin embargo, la roca mojada hace que sea más seguro ascender por cuerda fija. Así que armé una reunión rápidamente y tiré la cuerda para mis compañeros quienes ascendieron sin dificultad. Desde la reunión realizamos 2 pasos expuestos y luego ingresamos a una escalera de rocas. Romina partió primero y al llegar a lo más alto, gritó que estaba en la cumbre. El resto nos motivamos por la cercanía de ésta y nos recordó el relato que decía “sucesivos acarreos y expuesto filo”. La descripción era tal cual. Al llegar a la cumbre, abracé a Romina y observé el horizonte, la vista era realmente alucinante. Luego me agaché para buscar entre las rocas los vestigios de la cordada del 60. Para nuestra sorpresa encontramos un tarro de metal y dentro, envuelto en un banderín de la Universidad de Chile, un relato que no estaba documentado. Era una ascensión de 1970 por parte de Cedomir Marangunic, Fernando Rosales y Eduardo García, quienes relataron que el banderín corresponde al dejado por la cordada de 1960 en la Aguja de los columpios del Diablo. Ésta tenía el mérito de haberse columpiado de una cumbre a otra.
Ya todos en cumbre a las 11:00 am, habiéndonos abrazado y documentado nuestro ascenso vimos en el horizonte como comenzaron a aparecer amenazantes nubes, que nos recordaron lo limitado de nuestro buen tiempo, así que nos apresuramos a bajar. En la parte de la escalada realizamos un rapel que nos dejó en los, ahora sí, relajantes acarreos.
Nuevamente en el filo del circo, decidimos tomarnos un breve descanso y conversar al respecto de ir a la Aguja de los columpios del Diablo. Todos estuvimos de acuerdo en ir, ya que estábamos montados en el filo y dispuestos a mojarnos con la lluvia.
Continuamos la caminata por el cómodo filo del circo. Al poco andar Jonás decidió regresar al campamento producto del cansancio, el resto seguimos hasta llegar al acarreo norte de la Aguja. Las nubes ya nos habían alcanzado y cubrían completamente el lugar, tapando la visión. Estrepitosos truenos se escuchaban en las cumbres cercanas, apurando nuestro cansado pero constante paso. A ratos nos podíamos ver unos pocos metros y se lograba divisar la cumbre, rectificando la dirección de nuestra marcha. Llegamos entonces hasta una delicada pasada de 1 metro de largo con caídas abruptas en ambos lados, el que marcaba el comienzo de la sencilla pero expuesta escalada, tal cual como describió el relato. Tras los trepes, el corto filo rocoso nos dejó en la cumbre de la Aguja de los Columpios del Diablo. Lamentablemente, no hubo vista para contemplar debido a que todo se encontraba tapado y la estática eléctrica se sentía encima nuestro. Solo unos pocos minutos en cumbre nos permitieron disfrutar los registros de la cumbre de los 2 ascensos anteriores.
Producto de la actividad eléctrica y el inminente diluvio emprendimos el descenso montando un rapel en la zona donde anteriormente habíamos escalado. Descendimos rápidamente por el acarreo y luego regresamos por el filo, casi llegando a la zona para bajar hacia el circo. Las nubes soltaron con furia toda las precipitaciones que, dada la isoterma alta, era agua nieve. Desde el filo al campamento el agua fue tanta que regresamos empapados a las carpas pero con la satisfacción de haber cumplido el objetivo propuesto:mecernos en los columpios del diablo. Cuando llegamos, nuestros compañeros que se encontraban en el cb habían juntado 4 litros de agua lluvia en ollas para abastecernos, ya que el estero estaba completamente barroso.
Al día siguiente las lluvias habían amainado, sin embargo, las nubes oscilaban por la inestabilidad del tiempo. Ese día, lunes 9 de enero, nos tocaría descansar y recobrar energías. El itinerario decía que debíamos regresar al auto y avanzar hacia la entrada del estero de las piedras para montar un campamento, sin embargo, retrocedimos en el camino para descansar más cómodamente en unos container de arrieros que en estos días se encontraban vacíos.
Ese día nos dimos un festín, conocimos los alrededores, jugamos cartas y secamos entre las pocas ventanas de sol nuestras ropas. Después, recibimos un mensaje desde Los Andes en donde nos explicaban que las lluvias de altura habían causado estragos y que un montón de quebradas se habían activado. El suministro de agua potable estaba interrumpido en gran parte de Los Andes y San Esteban. Afortunadamente, a nosotros no nos había afectado mucho, o eso creíamos, hasta que en la tarde noche una camioneta de la minera pimentón se detuvo para indicarnos que el camino hacia la ciudad se encontraba cortado y por lo tanto nos encontrábamos aislados. La maquinaria pesada de la mina recién abriría el camino en 2 días más.
Las opciones no eran muchas, teníamos provisiones para varios días más pues en nuestra logística teníamos previsto quedarnos 7 días en el sector. Las lluvias de altura desde donde estábamos no habían causado tantos problemas, así que decidimos continuar con nuestro itinerario e intentar ascender el Altar de las Monjas.
El 10 de enero partimos hacia el Estero de las Piedras, para aproximar hacia el Altar de las Monjas. Era un día agradablemente nublado, un camino de guanacos nos alivianaba mucho la caminata y los avistamientos de estos grandes mamíferos nos tenían impactados. Había tropillas por doquier además de uno que otro macho solitario vagando por las laderas de ese valle. Tras un par de horas de relajada caminata llegamos a un lugar donde nos pareció adecuado montar el campamento, con agua cerca y la vista al escarpado campanario cumbrero que a ratos permitían ver las nubes.
A las 5:00 am del día 11 de enero y con equipo completo emprendimos nuestro incierto ascenso.. Los acarreos a ratos se cruzaban con huellas de guanacos que nos llevaron hasta lo que desde abajo parecía una “ventana” hacia la parte alta del glaciar rocoso que baja por la cara noreste.a en este lugar, se apreciaron con claridad las paredes que tocaría escalar. A medida que nos acercábamos, la progresión se volvía más empinada hasta la escalada. Una vez que nos equipamos con lo debido, comenzó la escalada con Edison asegurando.Si bien la escalada fue sencilla, el nivel de exposición hacía necesario el aseguramiento. En medio de la escalada, logró divisar un clavo metido en la roca con lo que queda de una soga de plástico en él, lo que nos indicó que vamos por buen camino.La roca de buena calidad permitió realizar una sólida reunión por la cual todos subieron.
Luego de la escalada, montados ya en el campanario cumbrero, una pendiente inclinada de grandes bloques de roca nos permitieron ascender rápidamente hasta lo que era una delicada escalada/trepe entre grandes bloques enormes de roca que protegen la cumbre.Tras superar ese incómodo paso, 10 metros restaron para llegar a la cumbre que se encuentra marcada por 3 grandes rocas.En una de ellas encontramos un tarro con una libreta verde de la expedición Chileno - Japonesa. La alegría fue enorme pues pudimos disfrutar todos en la cumbre la vista panorámica impresionante que ofrecía y el boleto de comunicación con el pasado pues pudimos leer los testimonios de cumbre de 1960 y 1970, un verdadero tesoro, puesto que nos compartieron una barra de chocolate y unos clásicos dulces de vino.
El descenso fue por el mismo tramo y tan rápido que ese mismo dia desarmamos el campamento y regresamos hasta los container que nos permitieron estar todos juntos echando la talla y compartir la satisfacción de haber logrado el objetivo de la expedición, ascender los Columpios del Diablo y el Altar de las Monjas.
El Jueves 12 de enero nos levantamos tarde y disfrutamos del lugar mientras arreglábamos nuestras cosas para emprender el regreso. Sin embargo, al llegar al sector de la raspa la gente de la mina nos informó que sería imposible regresar ese día puesto que la gran cantidad de aluviones que cortaron el camino ralentizaba su labor de despeje. Los más molestos era la gente del turno que debía haber regresado a su casa, así fue como regresamos a nuestro ya consolidado refugio en los containers donde pasamos un agradable día más.
Viernes 13 de enero y finalmente llega el día de regresar a la civilización. Tras 7 días de disfrute por parajes prohibidos y con los objetivos de la expedición cumplidos, cargamos los autos y nos fuimos detrás de la maquinaria de la minera pimentón que iba limpiando los aludes que aparecían por el camino hacia el pueblo de Río Colorado. Luego de varios tramos cortados llegamos por fin al campamento cumbre, donde todo el turno de la mina que esperaba ansioso por irse al descanso se detuvo a almorzar. Ahí conversamos con el jefe José Trigo que nos comentó de su faena y los tesoros que le había tocado ver al interior de Río Colorado. Tras el almuerzo los mineros se veían contentos, solo les quedaba limpiar un último alud para partir derecho a casa. Estaban tan felices que nos regalaron un par de tarros de atún de su choca.
Tras la bajada y casi llegando al portón de acceso, nos encontramos con una camioneta de arrieros en panne. Nos detuvimos a conversar con ellos e indicarle que el camino se encontraba despejado, les comentamos que somos montañistas y que habíamos subido los columpios del diablo y el altar de las monjas. Inmediatamente se rieron de nosotros a carcajadas y dijeron: “imposible que hayan subido esos cerros” hasta que les mostramos fotos y sus caras comenzaron a desfigurarse. Después nos dieron la mano,nos felicitaron por tremenda hazaña, y nos invitaron generosamente a beber unos vasos de bebida que nos sirvieron. Considero este gesto como el máximo éxito de la expedición, las felicitaciones de personas que han estado años viéndolos imponentes en el lugar y realmente valoran el esfuerzo y la complejidad de alcanzarlos. Es lo más bonito que he experimentado tras un ascenso.
Tras el eufórico momento (más de los arrieros que de nosotros) llegamos por fin al portón custodiado 24/7 por Don Juan Vergara. Cerramos todo con él y nos fuimos a disfrutar la tan merecida y anhelada cerveza en la ciudad de Los Andes.