Relatos de los Andes Centrales

Cerro Evelio: un homenaje entre cumbres olvidadas

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En este relato, Agustín Ferrer nos lleva a un viaje intrigante sobre una cumbre sin registros. ¿Es posible que esta montaña, a pesar de haber sido observada por tantos visitantes del Embalse del Yeso y del cerro Aparejo, nunca haya sido verdaderamente percibida? Con la venida del montañismo mediático, que a menudo ignora el valor comunitario y el legado histórico, son pocos los que se adentran en sus secretos y misterios. Este viaje termina en un homenaje a Evelio Echevarría, el indiscutido maestro de la valorización de nuestros Andes y una fuente de inspiración para una generación que redescubre el andinismo exploratorio.
24 de noviembre del 2023

Corría septiembre de 2015 y con un grupo de amigos fuimos a conocer el cerro Aparejo, probablemente uno de los más lindos del Cajón del Maipo junto con el Arenas y el Morado. Ese invierno llegó tarde y con mucha nieve, lo que fue un gran obstáculo para alcanzar su cumbre. Fue una linda salida en la que volvimos más amigos y con grandes aprendizajes.

Volví a intentar el mismo cerro en noviembre de 2020 y la situación fue al revés. La ruta normal, en su cara este, estaba muy seca. El avance fue lento por laderas empinadas de acarreos. Una no despreciable caída de material nos forzó a volver a casa antes de tiempo. Pese a esto, en esa salida, pude observar y sacar varias fotos de una cumbre innominada. Esta está ubicada al suroeste del Aparejo y en la carta IGM Embalse del Yeso aparece como P4225. Con Daniel Pérez, amigo también muy apasionado por la documentación andina, ya la teníamos en mente.

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Cerro Evelio y Cerro Aparejo desde el inicio del valle
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Desde el valle, la cumbre innominada se veía bastante prominente en relación a sus vecinos y asequible a través de su vertiente suroeste. Esta quedaría en carpeta hasta el año 2023 en que junto a Emil Stefani comenzamos a planear seriamente su intento. La clave era esperar a la apertura del camino de autos que llega más allá del embalse del Yeso, y antes de que se derritiera la nieve en las laderas de esta cumbre.

Llegó noviembre con una gran nevada, que volvió a copar el valle que aún mantenía harta nieve. Así partimos el sábado 4 rumbo al cajón del Aparejo, cargando nuestros ski de randonnée y raquetas para evitar hundirnos demasiado.

Al equipo se sumaron Rafael Reinoso, Víctor Zavala y Fernando Quilodrán. El primer día nos juntamos en casa de Víctor y nos dirigimos sin problemas hasta la entrada del valle del Aparejo. Habíamos visto fotos satelitales pero aun así estábamos sorprendidos al ver el valle casi completamente cubierto por nieve. Por suerte los dos días anteriores fueron calurosos y se desprendió gran parte del material más inestable. Un poco más arriba de cruzar la hondonada del estero que viene del glaciar cubierto del Aparejo alcanzamos una planicie a unos 3000m donde decidimos acampar. Preferimos no continuar ya que algunos integrantes veníamos cansados de una semana pesada y en mi caso sin haber estado en altura hace muchos meses.

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La cordada al inicio de la ruta
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

El inicio de la ruta era evidente por una canaleta, pero en el tramo superior teníamos dudas de como acceder a la cumbre. Al día siguiente empezamos a caminar poco después de las 4am. No conocíamos la ruta en la parte superior por lo que necesitábamos algo de luz.

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Cara sur del Cerro Evelio
Fotografía por Rafael Reinoso

El avance inició rápido y a medida que aumentaba la pendiente la nieve se hacía más profunda. Nos turnábamos la apertura de la huella que llegaba a la rodilla o aún más. Aparecieron las primeras luces del amanecer y la vista se tornó hermosa, se iluminaron las icónicas siluetas del Marmolejo, San José, Loma Larga y el Mesón Alto.

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Amanecer en el inicio de la ruta
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Pasadas las 9 de la mañana cruzamos de la helada sombra al casi sofocante sol. Hicimos una parada para recuperar fuerzas para la última fuerte pendiente y para el filo cuya dificultad desconocíamos. Llevamos estacas, tornillos, anillas, y todo lo necesario para asegurar esta ansiada cumbre.

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Ascenso bajo el sol por la amplia canaleta
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Finalmente, nos montamos al filo donde pegaba una brisa reconfortante y ahí nos dimos cuenta que llevamos a pasear todo ese equipo. El tramo final no era más que un acarreo con algunos trepes sencillos.

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Filo cumbrero en dirección este
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Abrazos, sonrisas y rápidamente nos olvidamos del gran esfuerzo requerido para llegar hasta allí. Nos acompañaba una hermosa vista despejada: el lejano Plomo, los cerros del valle del río Colorado, los vecinos del cajón de Casa de Piedra, Aparejo, el Nevado de Piuquenes, Pirámide, Marmolejo, etc. Escudriñamos todo el sector por alguna pista de un ascenso previo, incluso cavamos con una pala la delgada capa de nieve que cubría la cumbre. No encontramos nada, ni pirca, ni testimonio. Rafa tenía gran experiencia en pillarlos, dado que este último año había encontrado el testimonio de los primeros ascensos en el Manchado y en el Cincuentenario.

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Emil Stefani cerca de la cumbre con vista hacia el oeste a los cerros Aguja Helada y el macizo del Casa de Piedra
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Armamos una pirca con las rocas menos descompuestas de la cumbre y con algo de talento logramos tallar una roca a punta de piolet con el mensaje: “CAU 2023”. El descenso fue tranquilo pero ágil y a eso de las 4 de la tarde estábamos de vuelta en el auto.

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Foto de cumbre con el Aparejo detrás
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle

Si bien es muy probable que exista un ascenso previo, por más que buscamos relatos antiguos no logramos tener certeza de ello. Aún así, no quiero descartar la posibilidad, por lo que me cuesta atribuirme el “primer ascenso”. De todas formas, el solo hecho de haber logrado llegar hasta allí, me deja el corazón contento. Como aquel sentimiento que nos llama a los montañistas descrito por Gastón Rebuffat sobre conducir el cuerpo allá donde un día sus ojos soñaron.

Tiempo antes ya tenía en mente el otorgar un reconocimiento a Evelio Echevarría, destacado montañista y de los más dedicados historiadores del andinismo, quien falleció hace un par de años. Correspondía bautizar esta cumbre en un rincón que él mismo había recorrido; su último libro “The Andes” lleva como portada el vecino cajón del Yeso. Una de sus reflexiones es que la cordillera de los Andes se caracteriza por mantener ocultos grandes misterios. Muchos de los ascensos y travesías de ella han quedado en el olvido. Se abre entonces la posibilidad no solo de explorar el paisaje, sino también, descubrir historias inadvertidas del pasado en parajes recónditos, como un viaje en el tiempo.

Podría pensar incluso que así como cuando comenzó la pandemia tuvimos que vivir con incertidumbre sobre el futuro inmediato, en estos lugares uno recorre con dudas un espacio que esconde muchos enigmas de antaño. El poder llegar a encontrar pistas desconocidas se torna emocionante, aún más luego de horas de esfuerzo. Agradezco este espacio para dar a conocer estos pensamientos, y al final poder rescatar y compartir la propia experiencia y la de otros. Este fue uno de los motores por los que Evelio trabajó y al que dedicó un esfuerzo monumental por años.

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Evelio Echevarría
Fotografía por Evelio Echevarría

Bautizamos esta cumbre en su recuerdo, para todos aquellos que la vean desde el valle, y por qué no, la vuelvan a ascender.

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Desde la parte baja del cajón del Aparejo
Fotografía por Agustín Ferrer Tagle